Internet como herramienta esencial de la educación y el legado Belgraniano  

Por Diego Migliorisi

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En muchos puntos de nuestro país, el acceso a la educación pública no es el ideal ya que muchos niños y adolescentes cuentan con dificultades para lograrlo. Las justificaciones, desde ya, pueden ser de lo más variadas: que no se realizaron las obras necesarias o no se construyeron suficientes escuelas, que no hay la cantidad de docentes adecuada, que la extensión de la República hace muy difícil cubrir todo el territorio o que los padres no pueden llevar a los menores al colegio, que prefieren que trabajen en vez de estudiar o, simplemente, porque no tienen dinero para el traslado.

Este sinfín de situaciones puede existir desde los actores responsables que hablan y no cumplen el legado del Prócer que trasciende los tiempos y estaba basado en la ilustración de los ciudadanos. La tecnología nos viene a traer una salida a los problemas planteados antes de la revolución informática, que podemos datarla a mediados de los noventa. Tiempo atrás, la información, los conocimientos y las actualizaciones tardaban en llegar a los ciudadanos días o meses, dependiendo de la época -una verdadera pérdida de tiempo-.

Hoy, el segundo de un click es lo que tardamos en estar informados; de ahí, la importancia de Internet y de las altas tecnologías en la educación y en la vida del ciudadano del siglo XXI. De hecho, en el 2011, las Naciones Unidas declararon el acceso a Internet como derecho humano.

En nuestra Patria así como también en muchos estados subdesarrollados o en vías de desarrollo, nos encontramos con dos grandes problemas; uno es la deficiente conectividad a Internet, que permitiría abrir la ventana al mundo a miles de jóvenes y adultos sin tener que movilizarse. En una Nación federal, como lo es la Argentina, hacer patria es llevar a cada casa las herramientas para que cada familia pueda tener esa ventana al mundo que es Internet, que hoy se concentra, mayoritariamente, en los grandes centros urbanos. Es por ello que el Estado debe garantizar la inversión en infraestructura, la financiación de ordenadores -no regalar, sino financiar a largo plazo con cuotas posibles- y controlar que el servicio de Internet sea económico, de calidad y de carácter universal. Y el otro, es la falta de enseñanzas sobre el poder de la Web y el buen uso de las tecnologías. La Web, en los últimos tiempos, ha logrado escribir un capítulo de gran relevancia en la historia de la humanidad; de hecho que, en el año 2011, el acceso al servicio de Internet fue declarado como “derecho Humano” por la Organización de las Naciones Unidas43. En aquel momento, el relator especial a cargo – Frank La Rue-, refirió que los gobiernos deben esforzarse “para hacer a Internet ampliamente disponible, accesible y costeable para todos” […] “Asegurar el acceso universal del Internet debe ser una prioridad de todos los estados”44. La potencia que tiene Internet hoy es prácticamente irremplazable –como así también lo es el maestro de escuela-, con ella podemos comunicarnos en cuestión de segundos al otro lado del mundo; obtener y compartir información; expresarnos libremente; conocer personas; debatir ideales; educar y educarse; acortar las distancias y las contingencias climáticas o geográficas que físicamente marcaban diferencia entre un niño que quiere aprender en un pueblo de montaña de difícil acceso, a un niño que vive en la ciudad de Buenos Aires; etc. Me refiero a la educación a distancia a través de una currícula online o grabada. Las universidades más prestigiosas del mundo -como Harvard, Columbia, Universidad Católica de Salta, Belgrano, Palermo, etc.,-, ya ofrecen este servicio así como también, se brindan on-line la educación primaria, secundaria y de cualquier oficio. De esta forma el alumno -un niño, un adolescente o un adulto-, puede maximizar su tiempo, eludir obstáculos como los geográficos o climatológicos que le impidan concurrir regularmente a clase y, así, cultivar su intelecto en cualquier parte del mundo. Con esto no estoy diciendo que Internet va a remplazar a la gloriosa tarea del maestro, sino que la tecnología le va a dar más herramientas al educador para llegar a más alumnos y, así, lograr un pueblo cada día más fuerte y con más instrumentos para crecer en todos los ámbitos de la vida. Con esto tampoco afirmo que el alumno debe dejar de concurrir a clase en su educación primaria, que tiene también una función social. Veo a las aplicaciones tecnológicas como un complemento estratégico de la educación tradicional y un instrumento que permite que nadie quede afuera del conocimiento en todos los niveles educativos. En esto no tengo dudas de que el alumno profundiza el estudio regular que brinda el maestro con información recolectada de la Web. Y aquí nos encontramos con una responsabilidad mayor del educador, que antes de la revolución informática no tenía; me refiero a la compleja tarea de enseñar cómo consumir la información correcta de Internet ante la vorágine de conocimiento que la Web ofrece, esto es, su uso responsable.

No es una tarea fácil, en este siglo XXI, instruir al alumno con conocimientos curriculares donde la información es infinita y dispersa, con fuentes reales, tanto nuevas como falsas o erróneas, o las que tratan de adoctrinar o desinformar intencionalmente. Por lo tanto, el que cree que Internet le simplifica la tarea al maestro se equivoca, porque la Web suma la complejidad enunciada, donde el alumno precisa un guía profesional serio y trasparente para no equivocarse y, así, lograr los objetivos.

Si bien no sería correcto andar con anacronismos sobre qué pensaría Manuel Belgrano, sí podríamos plasmar sus fines puros, transparentes y heroicos respecto del amor por la Patria, su profunda lucha por la libertad y la educación del pueblo. En el siglo de la revolución informática, la educación se potencia con nuevas herramientas tales como, por ejemplo, un acceso gratuito a una Internet educativa a cada ciudadano de la República para que pueda llegar al estudio, al conocimiento y a expresarse con plena libertad en el universo, las veinticuatro horas del día sin restricciones. El sueño del Prócer, entonces, estará cada vez más cerca, gracias a una Internet abarcativa y de intercambio en donde la cultura del estudio potencie lo más alto del espíritu del ciudadano; es decir, que incite al estudio y a continuar una vez finalizado. La pluma y los libros –aún hoy muy vigentes–, y el teclado o los contenidos audiovisuales son herramientas para llegar al mismo objetivo: la educación del pueblo y la libertad.

Más allá de los tiempos, el pensamiento del Padre de la Patria estará siempre en la base de la educación pública y moral de los Pueblos del Sur, afirmando él en primera persona que “Soy muy amante de que todas las ciencias se 33 sepan por principios y nadie pueda tener conocimiento de aquellas sin estar instruidos en éstos.” El Prócer priorizaba el conocimiento, por sobre todo, para terminar con el ocio y construir una Nación activa mediante la mano de obra calificada y la inteligencia que provee la educación. Es por ello, que considero que el principio de universalidad de acceso a Internet sería una de sus principales propuestas para mejorar la comunicación, la educación y el conocimiento. Así lo manifestaba es sus Memorias; “Deseo ardorosamente el mejoramiento de los pueblos. El bien público está en todos los instantes ante mi vida”.

Coincido con el Prócer en que el Estado es quien debe brindar todas las herramientas físicas y tecnológicas disponibles para que el pueblo acceda a la educación y, en estos tiempos, Internet es estratégica, no solo para maximizar tiempos, sino para potenciar el conocimiento utilizando una gran cantidad de fuentes de información disponibles. Más allá de la enorme diferencia que pueda haber entre una escuela y una computadora hogareña o una notebook; hoy una PC puede ser un pupitre, en donde del otro lado hay un maestro enseñando y un alumno aprendiendo.

Por eso, cuando el Prócer nos dice “fundar escuelas es sembrar en las almas”, tenemos que entender que brindar acceso universal a una Web educativa y sus herramientas, también, es cultivar en las almas; independientemente de la edad porque nunca es tarde para estudiar y mucho menos para encontrar la felicidad y el éxito. A Belgrano lo desvelaba la difusión de la enseñanza pública e instaba a que se encarara definitivamente el problema de la falta de instrucción en el pueblo. De hecho, afirmaba que es indispensable el apoyo del Estado “a la propagación de los conocimientos y formar el hombre útil y moral”. Sus palabras no eran un eslogan de campaña, vacías de fundamentos como pueden ensayar algunos postulantes a la función pública. Nos decía que el modo de realizar “es muy sencillo y poco costoso”, ya que “no se necesita más que los cabildos, los jueces comisionados y los curas de todas las parroquias tomen con empeño un asunto de tanta consideración, persuadidos de que la enseñanza es una sus primeras obligaciones para prevenir la miseria y la ociosidad, y que de no cumplir con un deber tan santo, falta a todos los derechos y se hacen reos ante Dios y ante la sociedad.”

Hoy la responsabilidad de que los menores estudien está compartida entre el Estado y los padres o tutores. Sin embargo, en estos tiempos, la educación dejó de ser un privilegio para algunas clases sociales o becados, dado que el alumno pobre puede asistir a un establecimiento público -al igual que los hijos de las familias más pudientes-, como así también, acceder al conocimiento a través de la Web.

Qué mejor que un gobierno que garantice este –hoy–, derecho humano en todo el territorio nacional, fomente portales públicos y gratuitos para que la población pueda acceder al conocimiento curricular; y se dicten clases de labores, oficios, ciencias, matemática, historia, y economía, además de la currícula obligatoria y, por qué no carreras universitarias y de posgrado. Qué mejor que un gobierno distribuya, a todo alumno no pudiente, computadoras como herramienta de estudios a pagar en cuotas accesibles.

No tengo dudas de que el pensamiento de Belgrano, adaptado al hoy, representa -en algunos casos-, estos conceptos para llegar a cada centímetro de nuestro 45 Smith, C. (1928), p. 71. 34 territorio; pero, también, para complementar y aumentar el conocimiento obligatorio para los niños que lo habitan.

En la Argentina, dentro de la ley Nº 26206, el Consejo Nacional de Educación dicta la currícula y las provincias son las encargadas de hacerla cumplir. La educación es obligatoria ya a partir de la Educación Inicial, tanto en el Jardín de infantes –4 años–; así como, en el Preescolar –5 años-. Ambos permiten tener una más fácil enseñanza formal. Por otro lado, la Educación Primaria –a partir de los 6 años de edad–, y la Educación Secundaria -a partir de los 13 hasta los 17-, también son obligatorias.

Esta última contempla un Ciclo Básico Común (CBC) y un Ciclo Básico Orientado (CBO) con la finalidad de que el alumno tenga una formación enfocada en diferentes áreas. En mi opinión -y en coincidencia con el Prócer-, al finalizar los estudios, el “egresado” debiera tener algo más que una orientación, sino un oficio o un conocimiento suficiente que le permita una salida laboral directa.

Ahora bien, más allá de que toda instrucción es buena y un hombre en la vida nunca deja de aprender ¿es suficiente tener miles de hombres “simplemente orientados”? Si bien representa un crecimiento social e intelectual, la orientación y la capacitación deben ser solo la llave de los hombres y de las mujeres de la Patria para lograr la evolución constante en todas las dimensiones. Belgrano consideraba que el egresado -ya mayor de edad-, debiera tener una salida laboral directa. En su tiempo, se enseñaba, por ejemplo, en escuelas de hilar y tejer para alentar a la escolarización de las niñas; en escuelas de comercio -fomentado los nuevos principios económicos-; y en escuelas de agricultura y oficios que permitieran al alumno ganarse la vida en forma decorosa y provechosa.46 En la Memoria Consular del 15 de julio de 1796, quedan plasmados sus pensamientos sobre la educación pública y la igualdad. Ese era su pensamiento, tan puro y sincero, pues no solo fomentaba el estudio de toda la población para el crecimiento intelectual y moral de la persona; sino también su preocupación databa de encontrar una solución al empleo de la juventud, para ganarse la vida.

Debemos destacar que las escuelas secundarias industriales son de las pocas que el alumno egresa con un título terciario, por ejemplo maestro mayor de obras y con salida laboral directa. En su autobiografía, Belgrano considera que la educación es el alma de las artes, “no obstante debe ser precisamente alguna cosa de real, porque las ideas mortales en el hombre cuando no tiene algo de fisco llegan a hacerse en cantidades negativas”.

 Es lógica pura, los conocimientos no caen en la persona mágicamente, Dios puede darnos ciertos dones –toda persona humana tiene los suyos y solo debe pedirle que los ilumine-, pero los conocimientos se adquieren mediante el estudio y la experiencia.

Como el Prócer manifiesta, también en su autobiografía, “los buenos principios los adquirirá el artista en una escuela de dibujo que sin duda es el alma de las artes” , es decir puedes tener un talento divino pero sin la escuela es como un diamante en bruto que no llega a brillar, como la mejor semilla del mejor árbol que cuando no se riega no puede crecer. En ese sentido algunas materias pueden resultar aburridas, podemos pensar que no aplicaremos nunca esos conocimientos parciales, pero debemos mirar el bosque y no el árbol.

A colación de ello, el General reconocía que algunas personas consideraban inútil ese conocimiento; pero a su vez, afirmaba rajante que el saber es importante y necesario “que todo menestral lo necesita para perfeccionarse en su oficio, el carpintero, cantero, bordador, sastre, herrero, y hasta los carpinteros no podrán cortar unos saltos con el ajuste y perfecto debida sin saber dibujar.”

En el siglo XXI, tenemos que agregar infinidad de casos como, por ejemplo, la informática, la robótica, el idioma, la sociología, la comunicación social, la ingeniería, entre miles de ciencias terciarias y universitarias que pueden mejorar con el estudio. Vamos hacia una tendencia de un conocimiento infinito que lleva mucho más a aplicar la postura del Prócer respecto a la especialización en cada área. Ahora su legado está más presente que nunca pues, en su época, el ilustrado competía con quien no lo era, el instruido en Europa con el instruido en América; o, peor aún, había que estudiar ciertas ciencias solamente en Europa proscribiendo económicamente a muchos. En numerosos casos la educación terciaria -en otros también la regular-, estaba reservada para los sectores más pudientes de la sociedad. Es por ello que él fomenta -en su obra-, una educación gratuita y obligatoria que, de hecho, comprende esos dos principios. El Prócer proponía “poner escuelas de primeras letras en cada pueblo y/o en cada parroquia”.

El concepto del visionario planteaba claramente “sin educación no hay adelantamiento”; es decir, sin instruir al pueblo, el futuro se trasforma en desigualdad restringiéndose posibilidades a las personas.

Pero en nuestra era, la competencia ya no es ni será solamente personas contra personas, sino persona contra máquinas inteligentes o softwares con inteligencia artificial o robots que competirán con el humano.

Por ello, es que la situación es más compleja aún en esta época de la inteligencia artificial, los robots y la automatización, por citar algunos ejemplos. Por lo tanto, ya no solo basta con la educación en escuelas de primeras letras, ni será suficiente un título secundario con un oficio con salida laboral directa -porque muchos oficios los comenzarán a realizar las máquinas-. De aplicar el pensamiento del Prócer, con la lectura actual, la educación debiera adecuarse a la demanda de nuevos empleos, surgidos a partir de la robotización y la revolución informática; y sería tarde que el egresado lo haga en una terciara o en un estudio universitario, debe lograr esos conocimientos dentro de sus estudios secundarios. La competencia tecnológica es cruel y dinámica a la vez, es decir, la máquina y los softwares siempre van a ser más precisos y efectivos que el ser humano; por lo tanto, es prácticamente imposible competir. Pero hay algo que las máquinas no tienen, es la inteligencia humana, el sentir, la creación, la reflexión y el análisis social y técnico; es decir, la inteligencia humana no tiene competencia.

A partir de estos cambios, se crearon y se van a crear nuevos puestos de trabajo relacionados con la tecnología. Nuevas carreras -informática, robótica, programación, etc-, que alimentarán el campo laboral y profesional en el presente y en el futuro. Como pueden observar, no se ha cambiado el norte porque el mensaje del Prócer tiene el mismo efecto y significado que dos siglos atrás “sin educación no hay adelantamiento”.

El General Belgrano cosechó importantes triunfos en su carrera militar; pero los de 1813 en Tucumán y en Salta -dirigiendo el Ejército del Norte-, fueron determinantes para consolidar el dominio territorial. Hubiera escrito una nueva página en nuestra historia y en su gloriosa obra, que tampoco pasó desapercibida por el gobierno central.

Según cuenta Bartolomé Mitre, el diputado Castro Barros -en la sesión del 6 de marzo-, solicitó que se “erigiera un monumento, para perpetuar el recuerdo de la victoria del 20 de Febrero de 1813”, acordando por unanimidad que se le ofrecería a nuestro Prócer un sable con guarnición de oro con la inscripción “La Constituyente al Benemérito General Belgrano”. Dicha ofrenda hoy se halla en el Museo Histórico Nacional. Además, se lo premió con la importante suma de $40.000 pesos en fincas del Estado50. Como para él no había nada más importante que la Patria, el 31 de marzo de 1813 redacta un oficio, desde Jujuy, agradeciendo la premiación a la “Soberana Asamblea”. Allí deja plasmada su calidad de persona y el amor al prójimo y a las generaciones futuras. Está claro que la mayoría de los mortales hubiera tomado el premio, para su interés personal. Sin embargo, Manuel esto le notificaba a la Asamblea con palabras que hoy llegan a nuestros días como un claro testimonio de nobleza y amor por la Patria: “El honor que V.E. me favorece al comunicarme los decretos de la Soberana Asamblea, me empeña sobremanera a mayores esfuerzos y sacrificios por la libertad de la Patria.

Pero cuando considero que estos servicios, en tanto deben merecer el aprecio de la Nación, en cuanto sean efecto de una virtud fruto de mis cortos conocimientos dedicados al desempeño de mis deberes; y que, ni la virtud, ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos; cuando reflexiono que nada hay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza de sus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos, que el dinero o las riquezas; que estas son un escollo que no llega a desperdiciarlas; y que, adjudicadas en premio, no solo son capaces de evitar la avaricia de los demás, haciendo que por general objeto de sus acciones subrogue el bienestar particular al interés público, sino que parecen dirigidas a lisonjear una pasión, seguramente abominable en el agraciado, no puedo representar a V.E. que –sin que se entienda que miro en menos la honrosa condecoración que por mis cortos servicios se ha dirigido a dispensarme la Asamblea, cuyos soberanos decretos respeto y venero- he creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi Patria, destinar los $40.000, para la dotación de 4 escuelas públicas de primeras letras, en que se enseñe a leer y escribir, la aritmética, la doctrina cristiana, los primeros rudimentos de los derechos y obligaciones del hombre en sociedad, hacia esta y hacia el gobierno que la rige, en 4 ciudades a saber: Tarija, está – Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero (que carecen de un establecimiento tan esencial e interesante a la religión y al Estado) bajo el reglamento que presentare” 51. El Prócer consideraba –en mi interpretación-, que los premios en dinero a título personal desvirtuaban el concepto patriótico en la lucha por la libertad y el bienestar del pueblo. Consideraba que cuando uno realiza un acto noble y puro, el dinero empañaba el esfuerzo, el espíritu y los loables objetivos del cumplimiento del deber. La pasión y los objetivos del alma no tienen precio y las satisfacciones son irremplazables cuando la persona humana cumple objetivos comunitarios. Es por ello que decidió donar esa suma para la construcción de cuatro escuelas en el Norte considerando que la mejor forma de hacer Patria es educar a su pueblo; y un pueblo capacitado es un pueblo que crece y se desarrolla logrando un futuro próspero.

La noble y ejemplificadora actitud del Prócer no deja de emocionar y sembrar en los difusores y receptores de la doctrina belgraniana, la conciencia de que las recompensas al alma y la construcción de cimientos sólidos -para el futuro del pueblo-, trasciende los intereses personales y económicos. Es un ejemplo viviente de la figura que representa Manuel Belgrano para nuestra sociedad. Este concepto histórico de honradez se puede aplicar a innumerables situaciones de la vida como, por ejemplo, devolver una cosa perdida a su dueño, ayudar al prójimo, enseñar, aprender, difundir valores y el respeto por el otro, trabajar unas horas ad honorem por el bien de la sociedad y el crecimiento de la Patria; sin pensar en beneficios propios sino del conjunto de los argentinos.

Quizás el aporte de cada uno sea una gota en el mar, como decía Santa Teresa de Calcuta, pero muchas gotas hacen un mar.

 

Por Diego Migliorisi

Estracto del libro

Manuel Belgrano Iluminando Nuestra patria