La clase media convive en casas cada vez más chicas
Un déficit que genera conflictos en las familias.
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Los departamentos de tres ambientes tienen 15 metros cuadrados menos que antes. Y cada vez hay más monoambientes. Según los especialistas, la intimidad queda en jaque.
Para llegar al departamento nuevo, se resignaron metros. Diego Migliorisi, gerente de la inmobiliaria que lleva su apellido, explica: “Cuando la clase media típica necesita un dormitorio más, no puede pagar un departamento grande y busca en un departamento chico”. Por ese fenómeno, se construyen departamentos de tres ambientes de menor superficie que hace 15 años. “Un tres ambientes promedio puede totalizar unos 65 metros cuadrados, cuando antes era común que rondara los 80 metros”. Así, en poco tiempo, aunque hubo un boom de la construcción, los departamentos para las familias jóvenes perdieron unos 15 metros cuadrados. La tendencia coincide con otra, ya conocida: cada vez hay más monoambientes en las nuevas construcciones.
Aunque depende de lo que cada familia esté dispuesta a pagar, este perfil se observa en los edificios nuevos. La víctima más notable, la armonía. La convivencia en espacios menores se transforma en un desafío. Porque quedan menos metros para la intimidad de la pareja, para acumular cosas y para evitar ruidos molestos cuando un chico quiere mirar televisión, la mamá usar la multiprocesadora y el papá escuchar música. ¿Los departamentos grandes? Para sectores de altos ingresos.
“Hubo un corrimiento y hoy en la construcción predominan los departamentos de tres ambientes en superficies cercanas a las que antes ocupaban los de dos ambientes y existen de cuatro ambientes que rondan los 80 metros, que antes eran la medida más común en tres”, amplía Migliorisi.
Ahora, las cocinas están pegadas a los livings (el marketing las llama “cocinas integradas” y permiten ahorrar paredes) y en algunos dormitorios apenas entra una cama matrimonial con dos mesitas de luz. Se suman lujos, como el aire acondicionado, pero se pierde lugar para mesas cómodas en el living o para entrar a un cuarto sin esquivar muebles.
“La satisfacción siempre tiene que ver con conseguir más metros para habitar”, reconoce Any Krieger, psicóloga de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). En ese análisis, la falta de un sector de intimidad puede aumentar la irritabilidad. ¿Cómo lograr la armonía si llegan a convivir dos adultos y dos chicos en 60 metros cuadrados o menos? ¿Y si una pareja atraviesa una crisis y alguno de los cónyuges no encuentra un sector íntimo en su propia casa? “El conflicto puede aumentar, pero también va a depender de la situación particular de cada familia”, precisa.
“El espacio debe estar en consonancia con las necesidades, pero no me imagino que cuando se proyecta un edificio desde el pozo, por una cuestión de inversión, se pongan a averiguar cuáles son todas las necesidades de habitabilidad de la época”, opina la doctora en Ciencias Sociales y directora de la carrera de Sociología de la UCES, Cecilia Arizaga.
Un alivio, las denomanidas “amenities”. Espacios de uso común que permiten prolongar el departamento en terrazas o salones de usos múltiples fuera del departamento. En ese punto, el psicólogo Gustavo Corra introduce un matiz: “Si se vive en un espacio reducido, la ubicación cercana de centros de esparcimiento o espacios alternativos será importante”.
Los datos de mercado confirman el panorama. El arquitecto José Rozados, de la consultora Reporte Inmobiliario, explica que los departamentos de uno y dos ambientes representan el 80% de los metros cuadrados que cada año se autorizan para construir en la Ciudad. Influye, también, que más gente que elige vivir sola. Pero en los nuevos proyectos no abundan las unidades amplias.
Agrega Graciela Scarmal, de JAS propiedades: “En alquileres también vemos muchos clientes que se acomodan con los chicos en un dos ambientes, aunque necesitarían un departamento más amplio, por una cuestión de costos”. Al ritmo de la inflación y en una ciudad donde quedan menos terrenos libres, el minimalismo está de moda.
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